Ser “hiper” padres tiene impacto sobre nuestros hijos. En este post te hablaremos sobre este fenómeno que apareció hace unos 30 años en EE.UU., hoy en día todavía continúa.
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La sobreprotección o hiperternura según Freud, es lo que comúnmente conocemos como el cuidado excesivo que se vuelve compulsivo hacia una persona. Ya ves por donde voy. La relación que un padre puede tener con su hijo/a es de lo más angustiosa. Sobre todo en los primeros años de vida. No me malinterpretes, esta angustia es normal y fruto de que buscamos lo mejor para nuestros seres queridos pero, en muchas ocasiones, no sabemos donde están los límites. Imagínate intentar cuantificar cuánto quieres a tu hijo/a… ¿Imposible verdad?
Imagino que si estás aquí es porque has enviado a tu hijo/a a estudiar en el extranjero o tienes intención de hacerlo. Seguramente ya habéis hablado (o estáis pensando en hacerlo) sobre el famoso tema de la autonomía: que aprenda a poner lavadoras, cocinar, limpiar, recoger, etc. Esto es algo genial, pero no basta solo con decirlo y pensarlo. Hay que ponerlo en práctica. Encajando este concepto, aparece otro bastante conocido del que puede que hayas oído hablar. Se trata de la hiperparentalidad.
Este término no quiere decir otra cosa que sobreprotección paternal. En los medios de comunicación se ha llegado a usar incluso la metáfora de los padres helicóptero, quitanieves e incluso guardaespaldas para referirse a estas actitudes. Este comportamiento aparece en aquellos padres que, aprovechando su posición de poder, aplican todos los medios disponibles para garantizar el éxito de su hijo/a en todos o casi todos los ámbitos de la vida. Desean que saquen buenas notas y aprietan para que así sea. Quieren que sean los mejores en deporte y los apuntan a entrenamientos de élite. Quieren que aprendan más idiomas y les llevan a clases de lengua extranjera.
Para que el hijo/a no se desvíe de este plan trazado, el padre o la madre están constantemente revisando el progreso en todos los ámbitos. Si se falla en algo, se está detrás y pendiente para que haya una red salvavidas. Debe haber éxito y no les puede faltar de nada en ningún momento. Todo esto sin dejar de lado el contexto en el que vivimos, un mundo crecientemente competitivo y tecnológico.
Vamos a poner una serie de ejemplos. Piensa si en alguna ocasión has vivido alguno de estos casos:
En mayor o menor medida son condiciones donde, por protección, impedimos que se experimente el “fracaso”. Ese tan necesario para que, posteriormente, pueda aprender del error cometido.
Si con estos ejemplos te has dado cuenta de que estás en este grupo de padres denominados hiperprotectores, no te eches ahora la culpa de todo. Has de tener en cuenta que estas atribuciones conductuales dependen no sólo de características internas y psicológicas, sino también históricas, sociales y contextuales. Con esto quiero decir que, a veces, actuamos educando a nuestros hijos siguiendo una “normalidad” pero no nos damos cuenta que lo que es normal para tí, no lo es para tu vecino. Esto es porque cada uno ha vivido cosas distintas.
Lo que sí voy a decirte es que hay que tener cuidado con la sobreprotección. Puede ser que sin darte cuenta (tú lo estás haciendo con la mejor de las intenciones) estés generando miedos, poca tolerancia a la frustración, una baja autoestima o conductas pasivas y cómodas. Además de la anulación del desarrollo de capacidades personales. La hiperparentalidad se lleva por delante la oportunidad de crear autonomía mientras se generan inseguridades.
Y esto es muy importante porque el acompañamiento, el dejar hacer con una supervisión pero con la confianza y responsabilidad que les pertenece, es la meta a la que hay que aspirar. Lo sé, es la parte más complicada pero te aseguro que la más gratificante al mismo tiempo.
El acompañamiento psicoafectivo nos ayuda a generar esa confianza que atribuye la responsabilidad al menor. Sí, pero ¿cómo?
Piensa que, como adolescentes, buscan una valoración positiva de sí mismos. Esto es porque es el momento donde se crea la identidad (dejan de ser niños para ser adultos) y esto conlleva muchos prejuicios. Haz memoria, tú también pasaste por ahí.
El acompañamiento, venga de donde venga, puede convertirse en el espacio donde tu hijo/a puede expresar como se siente. La expresión de emociones es compleja en todas las edades, pero especialmente en la adolescencia. Explicar sus emociones les hace sentir vulnerables. Pero precisamente por este motivo es importante guiar, informar y acompañar para generar más seguridad y confianza. Esto ayudará a afrontar posibles situaciones cotidianas que se puedan presentar en casa. Tú como padre, podrás enfrentar estos momentos y evitar así que formen más tensión.
Dicho todo esto, quiero que sepas que este momento que estás viviendo con tu hijo/a es una experiencia única e inolvidable. Este momento en que tu hijo/a se va a ir a vivir un año escolar en el extranjero, marcará su desarrollo. Para que esta experiencia vaya lo mejor posible te aconsejo que vayas trabajando diversos aspectos para promover esta confianza de la que te he estado hablando:
En definitiva, has de permitir que tu hijo/a se equivoque, que aprenda y que se desarrolle a partir de su propia experiencia. Ofrécele supervisión, sí, pero sin intromisión. Tu reto como padre o madre es conseguir una crianza equilibrada donde aparezca el mismo nivel de afecto que de exigencia.
Espero que este post te haya ayudado y que la relación con tu hijo/a pueda convertirse en una experiencia de crecimiento positiva para ambos 😀